A l g o …
Este domingo abrimos la VII semana de pascua celebrando la fiesta de la ascensión de Jesús. Después de aparecérsele a los discípulos un par de veces Él regresa al Padre.
Quiero detenerme en el pasaje del Evangelio en el cual se dice que ellos regresaron con gran alegría a Jerusalén.
Pues bien, la experiencia de Jesús resucitado transforma a los discípulos y les hace tomar iniciativas, una de ellas es regresar… ¿a dónde?... claro, para los discípulos es Jerusalén.
También me detengo en la manera en la cual regresaron a Jerusalén: con gran alegría. Es decir, la experiencia de Jesús resucitado no es una experiencia vacía. Ella no nos deja indiferentes, sino que nos mueve hacia algo más… la experiencia de fe produce alegría, ésta se gesta en el interior de la persona y desde la interioridad salimos a anunciar… pero, cuidado… primero y antes de anunciar los discípulos “regresan” a Jerusalén.
Entonces ¿Qué será regresar a Jerusalén para el ser humano? Desde la experiencia de Jesús HOY, ¿hacía donde nos dirigiremos?
¿Hacía dónde me dirijo yo mismo como persona, cual es mi “Jerusalén” al cual debo regresar, hacia donde debo ir?.
Parece que no acabamos de respondernos (ni siquiera preguntarnos en algunas ocasiones), cuando ya sentimos que tenemos que anunciar y gritar a Jesús en todas las plazas y lugares en los que nos encontramos.
Siento que el Evangelio esta vez nos invita a contemplar la experiencia de Dios en nuestra vida… mirar cómo el Dios Trino ha actuado en nosotros, como actúa constantemente. Debemos preguntarnos por dónde pasa Dios en nuestra historia, sólo así podremos reconocer nuestra Jerusalén interior, sólo así podremos sentir el gozo y la alegría de los discípulos y nuestro anuncio tendrá un sentido real. De otro modo podemos sin duda ser grandes oradores o escribir grandes textos teológicos, pero si no experimentamos primero la alegría… ¿hacía qué Jerusalén nos dirigiremos?
Siento que experimentar a Jesús resucitado nos lleva a anunciarle con énfasis. Pero antes de eso tenemos mucha tarea por hacer y un camino que recorrer… el de la frustración, el de la incomprensión, incluso el camino de dolor… (lo mismo que le ocurrió a los peregrinos de Emaús, los cuales se sienten defraudados antes de reconocer a Jesús).
Creo que el Evangelio nos invita a RECONOCER: a nosotros mismos, a Dios en nuestra vida, al prójimo.
Después del reconocimiento (entender cuál es nuestra Jerusalén), sentiremos la alegría y sabremos hacia donde ir (regresar), para, entonces, anunciar a Jesús Vivo, elevado a las alturas a compartir la gloria del Padre.
Este domingo abrimos la VII semana de pascua celebrando la fiesta de la ascensión de Jesús. Después de aparecérsele a los discípulos un par de veces Él regresa al Padre.
Quiero detenerme en el pasaje del Evangelio en el cual se dice que ellos regresaron con gran alegría a Jerusalén.
Pues bien, la experiencia de Jesús resucitado transforma a los discípulos y les hace tomar iniciativas, una de ellas es regresar… ¿a dónde?... claro, para los discípulos es Jerusalén.
También me detengo en la manera en la cual regresaron a Jerusalén: con gran alegría. Es decir, la experiencia de Jesús resucitado no es una experiencia vacía. Ella no nos deja indiferentes, sino que nos mueve hacia algo más… la experiencia de fe produce alegría, ésta se gesta en el interior de la persona y desde la interioridad salimos a anunciar… pero, cuidado… primero y antes de anunciar los discípulos “regresan” a Jerusalén.
Entonces ¿Qué será regresar a Jerusalén para el ser humano? Desde la experiencia de Jesús HOY, ¿hacía donde nos dirigiremos?
¿Hacía dónde me dirijo yo mismo como persona, cual es mi “Jerusalén” al cual debo regresar, hacia donde debo ir?.
Parece que no acabamos de respondernos (ni siquiera preguntarnos en algunas ocasiones), cuando ya sentimos que tenemos que anunciar y gritar a Jesús en todas las plazas y lugares en los que nos encontramos.
Siento que el Evangelio esta vez nos invita a contemplar la experiencia de Dios en nuestra vida… mirar cómo el Dios Trino ha actuado en nosotros, como actúa constantemente. Debemos preguntarnos por dónde pasa Dios en nuestra historia, sólo así podremos reconocer nuestra Jerusalén interior, sólo así podremos sentir el gozo y la alegría de los discípulos y nuestro anuncio tendrá un sentido real. De otro modo podemos sin duda ser grandes oradores o escribir grandes textos teológicos, pero si no experimentamos primero la alegría… ¿hacía qué Jerusalén nos dirigiremos?
Siento que experimentar a Jesús resucitado nos lleva a anunciarle con énfasis. Pero antes de eso tenemos mucha tarea por hacer y un camino que recorrer… el de la frustración, el de la incomprensión, incluso el camino de dolor… (lo mismo que le ocurrió a los peregrinos de Emaús, los cuales se sienten defraudados antes de reconocer a Jesús).
Creo que el Evangelio nos invita a RECONOCER: a nosotros mismos, a Dios en nuestra vida, al prójimo.
Después del reconocimiento (entender cuál es nuestra Jerusalén), sentiremos la alegría y sabremos hacia donde ir (regresar), para, entonces, anunciar a Jesús Vivo, elevado a las alturas a compartir la gloria del Padre.
2 comentarios:
Tengo una pregunta me gustaria qu me respondiera.
A que se esta refiriendo cuando habla de reconocer nuestra Jerusalem?
me encantaria obtener respuesta y fue un gran comentario sobre pentecostes.
Shaanath Muchas Gracias por el comentario. Cuando me pregunto por mi propia Jerusalen, me refiero a buscar nuestra motivación interior que nos hace anunciar el Reino de Dios en la tierra. La motivación genuina que parte desde la experiencia de Dios...
la pregunta es ¿qué nos hace anunciarle? ¿que es lo que me mueve para anunciar a Jesucristo?
Esa motivación al ser encontrada se vive con gozo y alegría, se vive la vida de una manera más libre. ¿Cuál es mi motivación en la vida?, ¿la experiencia de Dios, hacía donde me lleva?
La vida interna de cada ser humano está llena de motivaciones, unas que son reales y otras que nos inventamos por miedo, presiones, etc. La invitación desde mi reflexión es a buscar una motivación verdadera, libre de ataduras que... sin duda está en nuestro interior, pero que algunas veces acallamos o ignoramos, no por mala voluntad por parte nuestra, sino que por falta de conocimiento de nuestro propio ser.
Espero haber respondido a la pregunta... una vez más muchas gracias por el comentario!
- alvaro astorga -
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