14.2.08

La Vida Pasando
reflexión


Roberto está sentado. Hace más de 40 años que conoce el barrio al cual llegó después de una vida sacrificada, de mucho esfuerzo y trabajo. Ya tiene 82 años. Su piel arrugada, el pelo blanco y un bastón denuncian que el tiempo ha pasado por él.
Hace un par de meses enfermó de cáncer y tuvo que dejar de trabajar. Su salud va empeorando poco a poco así como su ánimo al sentirse inútil, sin poder hacer nada y recibiendo una pensión miserable que apenas le permite sobrevivir junto a su “vieja” como le dice a su esposa.
Todos los días le veo sentado en su silla de mimbre en el patio de su casa, desde donde ve la vida pasando. Yo le saludo cada mañana y cuando regreso de mi trabajo sigue sentado en el mismo patio, en la misma silla.
Estoy seguro que si tuviera la vitalidad de un joven de 25 años, estaría viviendo al máximo, lleno de proyectos y sueños, con una vida social envidiable. Sin embargo, Roberto siempre está sentado y la vida sigue pasando.
Después de saludarle cada mañana, sigo mi trayecto hacia mi trabajo. En la esquina está Gabriel, tirado en la calle después de haberse embriagado la noche anterior. Siempre le veo en la calle pidiendo limosna a los transeúntes. Su pasión es “la calle” como dice él y reconozco que no tiene motivación ni expectativas en la vida.
Cuando regreso lo veo generalmente sentado en la vereda de la calle con una botella de licor, que seguramente la ha comprado con la limosna juntada durante el día.
Su mirada está perdida y ve la vida pasando.
Lo más lamentable de todo es que Gabriel tiene 25 años.

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