Compartir la Vida
Desde la catequesis para la primera comunión nos enseñan en la iglesia que el centro o corazón de la Eucaristía es la Comunión, puesto que es ahí donde hallamos el motivo de nuestro caminar en la vida. Pero, ¿Qué es comunión?
Hace unas semanas atrás estuve compartiendo por unos 15 días con gente muy sencilla en una localidad del sur de Chile; Quepe.
Este es un pueblo pequeño, inserto en medio del campo (es como un oasis en un desierto). Su gente es amable, respetuosa, abierta y pobre. También tienen sus defectos y problemas, pero ¿quién no los tiene?
Un día me invitaron a tomar “mate” en una “ruca” (casa en mapudungün). Cuando llegué pensé que lo primero que harían sería preguntarme quien soy, de donde vengo, por qué estaba ahí, etc. Sin embargo lo único que hicieron fue preguntarme mi nombre, el resto fue compartir.
La ruca es una casa ovalada o cuadrada hecha de paja, pertenece a la cultura indígena chilena (mapuche) y adentro tiene en el centro lo que ellos llaman “el fogón” (una fogata que está constantemente quemando leña). Alrededor del fogón se disponen asientos formando un círculo y es ahí donde se toma el mate, se comen las tortillas, etc.
La ruca está abierta a quien se sienta invitado a entrar, es un hogar. Nadie podría sentirse extranjero. Cada persona que ingresa a ella trae algo para compartir; pan, galletas, queso, fruta, etc. (hasta guitarra).

Un día, mientras compartíamos en la ruca llegó una mujer amiga a compartir. Se veía contenta al principio, pero con el pasar de la conversación se fue entristeciendo hasta comenzar a llorar. Ella pidió disculpas, pero un integrante de la comunidad le dijo: “no pidas perdón, está también es tu ruca”. Después de eso yo quedé asombrado, ¡realmente estábamos comulgando, estábamos compartiendo la vida!

Los días restantes disfruté de la vida en la ruca, a pesar del humo que se apropia a ratos de ella. Y aunque al principio me dolían los ojos y me incomodaba que mi ropa quedase con olor a humo, después no importaba, porque lo más importante es compartir la vida, entregarla sabiendo que en el otro (la otra persona), puedo encontrar mi ruca, mi hogar. Sabiendo que en Jesús está mi hogar y en la libertad de mi hogar puedo compartirle mi vida, puedo entregar.
Desde la catequesis para la primera comunión nos enseñan en la iglesia que el centro o corazón de la Eucaristía es la Comunión, puesto que es ahí donde hallamos el motivo de nuestro caminar en la vida. Pero, ¿Qué es comunión?
Hace unas semanas atrás estuve compartiendo por unos 15 días con gente muy sencilla en una localidad del sur de Chile; Quepe.
Este es un pueblo pequeño, inserto en medio del campo (es como un oasis en un desierto). Su gente es amable, respetuosa, abierta y pobre. También tienen sus defectos y problemas, pero ¿quién no los tiene?

La ruca es una casa ovalada o cuadrada hecha de paja, pertenece a la cultura indígena chilena (mapuche) y adentro tiene en el centro lo que ellos llaman “el fogón” (una fogata que está constantemente quemando leña). Alrededor del fogón se disponen asientos formando un círculo y es ahí donde se toma el mate, se comen las tortillas, etc.
La ruca está abierta a quien se sienta invitado a entrar, es un hogar. Nadie podría sentirse extranjero. Cada persona que ingresa a ella trae algo para compartir; pan, galletas, queso, fruta, etc. (hasta guitarra).

Un día, mientras compartíamos en la ruca llegó una mujer amiga a compartir. Se veía contenta al principio, pero con el pasar de la conversación se fue entristeciendo hasta comenzar a llorar. Ella pidió disculpas, pero un integrante de la comunidad le dijo: “no pidas perdón, está también es tu ruca”. Después de eso yo quedé asombrado, ¡realmente estábamos comulgando, estábamos compartiendo la vida!

Los días restantes disfruté de la vida en la ruca, a pesar del humo que se apropia a ratos de ella. Y aunque al principio me dolían los ojos y me incomodaba que mi ropa quedase con olor a humo, después no importaba, porque lo más importante es compartir la vida, entregarla sabiendo que en el otro (la otra persona), puedo encontrar mi ruca, mi hogar. Sabiendo que en Jesús está mi hogar y en la libertad de mi hogar puedo compartirle mi vida, puedo entregar.
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