En espíritu de diálogo
Después de algunas horas de viaje habíamos llegado al interior del Valle del Huasco. Cerca de 30 jóvenes misioneros llenos de deseos de compartir nuestra experiencia de Dios y al mismo tiempo descubrir lo que el valle nos tenía preparado comenzamos a distribuirnos entre las distintas localidades: Junta Valeriano, Angostura, Conay, Chollay, Los Tambos, La Pampa, Malaguín y La Arena, siendo está última mi lugar de misión.
La Arena es un pueblo pequeño, rodeado por los imponentes y secos cerros. Ampara a gente muy sencilla, amable y alegre. Tanto los jóvenes como los adultos se ocupan durante este periodo del año en el trabajo que entregan los parronales.
A pesar de haber hecho misión en este pueblo el año 2006, fue un poco complicado ubicarnos esta vez. Hubo momentos en que no sabíamos realmente si tendríamos un lugar para quedarnos. Finalmente la gente nos prestó amablemente la sede social y el club deportivo para “v
ivir” durante los días de misión.
Conversando con uno de los jóvenes del lugar le comentaba las complicaciones que habíamos tenido para quedarnos en La Arena y el me dijo: “el misionero siempre tendrá un lugar donde estar…” aquella frase tan simple y nacida en una conversación ordinaria marcó mis días de misión.
Al principio pensé que todo sería más sencillo que el año pasado, puesto que conocíamos a la gente y ellos a nosotros. Pero a medida que transcurrían los días fui descubriendo que la misión es siempre un desafío nuevo, que no siempre sirven las estructuras armadas previamente, sino que la misión se va haciendo en conjunto con el pueblo, conociendo su realidad, abriéndose a ellos.
Hubo días donde cuestionaba mi rol como “misionero”, era ahí donde recordaba la frase de que “el misionero siempre tendrá un lugar donde estar” y me preguntaba en qué lugar estaba yo y cómo estaba haciendo misión. La reflexión hecha durante esos días me ayudó para compartir más con la gente y dejar que ellos entreguen su vida.
Descubrí que el misionero no es el que está dispuesto sólo a hablar o sólo a escuchar, ni tampoco lo es aquel que va a “enseñarle” a la gente ni el que se deja “enseñar” por ella. El misionero es mucho más que eso, es el que está abierto al diálogo, es decir, el que desea comunicarse y compartir con el prójimo la vida y más que eso disfrutar al que está a su lado.
Después de todo me dediqué a disfrutar a la gente con la cual compartíamos diariamente, me involucré en sus actividades, en sus vidas; sueños, esperanzas y frustraciones.
Nuestra misión en La Arena tuvo talleres de niños, catequesis, taller de Biblia y misas. También por segundo año los misioneros del Verbo Divino organizamos el Festival de la Parra donde cantaron niños del pueblo y participamos en la fiesta de la trilla, en la cual pudimos compartir con la gente en un estilo campestre y folclórico.
Creo que misión es compartir más que cualquier otra cosa
Al final de la misión quedaron sentimientos contrapuestos, por un lado sentía frustración ya que, aunque como misioneros nos involucramos con la gente de La Arena en sus actividades, ella no respondió a las nuestras del mismo modo. Por otro lado sentía una dicha enorme de haber compartido con ellos y también de saber que mi
frustración y la no respuesta de la gente es un llamado de Dios para que los misioneros seamos capaces, primero de renovarnos constantemente, porque la misión es siempre un desafío, y segundo abrirnos al diálogo y buscar el lugar que Dios nos otorga pese a las dificultades, ya que “los misioneros siempre tendremos un lugar donde estar”.
La Arena es un pueblo pequeño, rodeado por los imponentes y secos cerros. Ampara a gente muy sencilla, amable y alegre. Tanto los jóvenes como los adultos se ocupan durante este periodo del año en el trabajo que entregan los parronales.
A pesar de haber hecho misión en este pueblo el año 2006, fue un poco complicado ubicarnos esta vez. Hubo momentos en que no sabíamos realmente si tendríamos un lugar para quedarnos. Finalmente la gente nos prestó amablemente la sede social y el club deportivo para “v
Conversando con uno de los jóvenes del lugar le comentaba las complicaciones que habíamos tenido para quedarnos en La Arena y el me dijo: “el misionero siempre tendrá un lugar donde estar…” aquella frase tan simple y nacida en una conversación ordinaria marcó mis días de misión.
Al principio pensé que todo sería más sencillo que el año pasado, puesto que conocíamos a la gente y ellos a nosotros. Pero a medida que transcurrían los días fui descubriendo que la misión es siempre un desafío nuevo, que no siempre sirven las estructuras armadas previamente, sino que la misión se va haciendo en conjunto con el pueblo, conociendo su realidad, abriéndose a ellos.
Hubo días donde cuestionaba mi rol como “misionero”, era ahí donde recordaba la frase de que “el misionero siempre tendrá un lugar donde estar” y me preguntaba en qué lugar estaba yo y cómo estaba haciendo misión. La reflexión hecha durante esos días me ayudó para compartir más con la gente y dejar que ellos entreguen su vida.
Descubrí que el misionero no es el que está dispuesto sólo a hablar o sólo a escuchar, ni tampoco lo es aquel que va a “enseñarle” a la gente ni el que se deja “enseñar” por ella. El misionero es mucho más que eso, es el que está abierto al diálogo, es decir, el que desea comunicarse y compartir con el prójimo la vida y más que eso disfrutar al que está a su lado.
Después de todo me dediqué a disfrutar a la gente con la cual compartíamos diariamente, me involucré en sus actividades, en sus vidas; sueños, esperanzas y frustraciones.
Nuestra misión en La Arena tuvo talleres de niños, catequesis, taller de Biblia y misas. También por segundo año los misioneros del Verbo Divino organizamos el Festival de la Parra donde cantaron niños del pueblo y participamos en la fiesta de la trilla, en la cual pudimos compartir con la gente en un estilo campestre y folclórico.
Creo que misión es compartir más que cualquier otra cosa
Al final de la misión quedaron sentimientos contrapuestos, por un lado sentía frustración ya que, aunque como misioneros nos involucramos con la gente de La Arena en sus actividades, ella no respondió a las nuestras del mismo modo. Por otro lado sentía una dicha enorme de haber compartido con ellos y también de saber que mi
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