reflexión
En todo tipo de relación se hace necesario cultivar el diálogo. La comunicación es la fuente de vida que nutre las relaciones humanas, porque sólo manifestándonos, mostrándonos al otro, es como se va haciendo camino y vamos construyendo juntos. Cuando se apaga o apagamos esta herramienta social, el tiempo y el silencio van distanciándonos del otro hasta crear fisuras en las partes y finalmente heridas profundas cuya única consecuencia es la ruptura, indiferencia y término de toda relación.
Cuando no nos comunicamos con las personas que son importantes para nosotros o cuando el otro no se comunica conmigo, no podemos saber qué pasa con cada una de las partes, la incertidumbre va alimentando fantasmas que en la realidad no existen, acusamos al otro injustamente haciendo caso a nuestros fantasmas que nos ciegan y cierran puertas.
Si míranos el mundo en el cual nos insertamos estamos muy lejos de lograr una comunicación y un diálogo que realmente integre al otro. Un ejemplo de ello lo vivo todos los días al subirme al metro o al caminar por la calle; toda la gente anda conectada al mp3, al celular… etc. ¿lo peor de todo?... ¡yo también lo hago!
Vivimos en una realidad incomunicada e intolerante, individualista. Pero esto no sólo se da a nivel macro, sino que es necesario revisar nuestras relaciones personales. A veces le damos mucha importancia a cosas externas: como el papá o la mamá que le preocupa más que el hijo o hija sea exitoso conformándose con resultados antes que saber cómo está el hijo o hija (los resultados son números en un papel, pero no dicen lo que pasa en el corazón del otro).
Así también muchas relaciones de pareja se erigen sólo desde el erotismo, lo externo y superficial pero no en un querer asumir al otro en su complejidad, profundidad y misterio… hay muchas relaciones que no duran más de 1 año y cuando terminan parece como si no importara porque total… está la esperanza superficial de que “ya llegará otra persona o un clavo saca otro clavo”, como si la persona humana fuera desechable.
Lo mismo ocurre con la amistad… en los peores momentos de nuestra vida nos damos cuenta de quienes son nuestros amigos, ellos son los que nos quieren asumir completamente, pero sólo porque nos hemos comunicado con ellos, nos hemos mostrado ante ellos. Una vez escuche algo muy cierto “amigo es aquel que está dispuesto a comerse un kilo de sal contigo”…
Del mismo modo la relación con Dios sólo puede nutrirse a partir de un diálogo constante con lo absolutamente e infinitamente otro.
No cabe duda que el diálogo es todo un desafío y exige una entrega profunda de mi ser al otro, lo vemos en los grandes místicos que a pesar de estar “tan conectados” con lo eterno, vivieron la “noche oscura, el silencio de Dios”… ello nos muestra que la comunicación o diálogo es un trabajo arduo y necesario para alimentar nuestras relaciones y si no lo tenemos en cuenta corremos el riesgo de “desarmar” lo que intentamos construir…
Cuando no nos comunicamos con las personas que son importantes para nosotros o cuando el otro no se comunica conmigo, no podemos saber qué pasa con cada una de las partes, la incertidumbre va alimentando fantasmas que en la realidad no existen, acusamos al otro injustamente haciendo caso a nuestros fantasmas que nos ciegan y cierran puertas.
Si míranos el mundo en el cual nos insertamos estamos muy lejos de lograr una comunicación y un diálogo que realmente integre al otro. Un ejemplo de ello lo vivo todos los días al subirme al metro o al caminar por la calle; toda la gente anda conectada al mp3, al celular… etc. ¿lo peor de todo?... ¡yo también lo hago!
Vivimos en una realidad incomunicada e intolerante, individualista. Pero esto no sólo se da a nivel macro, sino que es necesario revisar nuestras relaciones personales. A veces le damos mucha importancia a cosas externas: como el papá o la mamá que le preocupa más que el hijo o hija sea exitoso conformándose con resultados antes que saber cómo está el hijo o hija (los resultados son números en un papel, pero no dicen lo que pasa en el corazón del otro).
Así también muchas relaciones de pareja se erigen sólo desde el erotismo, lo externo y superficial pero no en un querer asumir al otro en su complejidad, profundidad y misterio… hay muchas relaciones que no duran más de 1 año y cuando terminan parece como si no importara porque total… está la esperanza superficial de que “ya llegará otra persona o un clavo saca otro clavo”, como si la persona humana fuera desechable.
Lo mismo ocurre con la amistad… en los peores momentos de nuestra vida nos damos cuenta de quienes son nuestros amigos, ellos son los que nos quieren asumir completamente, pero sólo porque nos hemos comunicado con ellos, nos hemos mostrado ante ellos. Una vez escuche algo muy cierto “amigo es aquel que está dispuesto a comerse un kilo de sal contigo”…
Del mismo modo la relación con Dios sólo puede nutrirse a partir de un diálogo constante con lo absolutamente e infinitamente otro.
No cabe duda que el diálogo es todo un desafío y exige una entrega profunda de mi ser al otro, lo vemos en los grandes místicos que a pesar de estar “tan conectados” con lo eterno, vivieron la “noche oscura, el silencio de Dios”… ello nos muestra que la comunicación o diálogo es un trabajo arduo y necesario para alimentar nuestras relaciones y si no lo tenemos en cuenta corremos el riesgo de “desarmar” lo que intentamos construir…
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